La Dra. Lynn Westbrook, de la U de Texas,
me pidió compartir con ustedes el artículo adjunto que ella escribió para la
Encyclopedia of Library and Information Science.
Es un buen resumen de la problemática que presenta el nuevo mundo académico "interdisciplinario" a las bibliotecas, porque...
¿qué será de las clasificaciones y organización bibliotecaria tradicional, que asumen fronteras bastante claras entre disciplinas?
Lynn también investiga el rol de las bibliotecas en proveer información y orientación a las víctimas de violencia familiar.
Ella está planeando venir a Guatemala en el 2010 a investigar ese tema en nuestro medio, y dictar talleres si hubiera interés, por lo que pueden contactarla si tienen ideas relacionadas, o algún contacto para ella.
Pueden conocer más sobre su trabajo en esta dirección: http://www.ischool.utexas.edu/~lynnwest/cris/
o escribirle a: lynnwest@ischool.utexas.edu-
G-- Grete Pasch -
www.ufm.edu
miércoles, 18 de febrero de 2009
miércoles, 11 de febrero de 2009
LA BIBLIOTECA NO ES MAL NECESARIO
DIARIO DE C.A.
LA REVISTA
30/01/09
Nora Martínez
● En esta entrevista
Francisco Ralón Afre
Bibliotecológo
conversa acercade la penosa situación económica de la Biblioteca Nacional, de los retos y la
proyección social de la entidad.La institución a su cargo tiene funciones de Biblioteca Nacional y de biblioteca pública a la vez
¿podría aclararnos esta doble función?
En la mayoría de países la Biblioteca Nacional tiene bien definidas sus funciones, la de guardar y preservar para futuras generaciones toda producción intelectual impresa. Pero en
Guatemala, desde que se fundó en 1879, la intención fue más bien de crear una biblioteca pública. En esos tiempos los que sabían leer y escribir eran pocos: académicos, clérigos, empleados del Estado. Si se esperaba que llegara todo tipo de personas, eso no llegó a suceder.
Luego se trasladó a un local donde se suponía que el público iba a tener mejor acceso. La función pública se da porque en el país no hay ni ha habido suficientes bibliotecas públicas.
¿La institución maneja una red de
bibliotecas públicas?
Hubo una red de bibliotecas que manejó la Biblioteca Nacional hasta 1994
–64 bibliotecas por toda la República—.Digo “red de de la Biblioteca” porque se lanzaron con fondos de la Biblioteca Nacional, con personal controlado y entrenado desde aquí, pero este programa lo cancelaron con el pretexto de que había corrupción. Los libros que había se quedaron en donde estaban, no se recogieron y desde entonces no hay una red que administre. En los últimos cinco años, con la Cooperación del Reino de Suecia, hubo un programa en
el que se alentó el desarrollo de bibliotecas en el interior del país otra vez. Se creó un grupo de 21 bibliotecas, se les dio mobiliario, equipo, entrenamiento, libros, juegos, etcétera, se les desarrolló para que funcionaran como bibliotecas comunitarias, sin embargo, acabó
como programa el año pasado.
¿Cómo encontró usted la Biblioteca?
En septiembre 2007 accedí al cargo. En cuanto a cómo encontré la Biblioteca, la palabra justa es “triste”. Lo que ha pasado es que una gran cantidad de directores que ha habido no eran
bibliotecólogos, eso ha afectado, en parte, el desarrollo de la institución y de los procesos. La Biblioteca ha recibido muy poca atención, estamos con un presupuesto casi de sobrevivencia, el personal no es idóneo: hay un director y un montón de operativos, son técnicos
pero no hay mandos medios.
¿Qué presupuesto tiene y cómo se
maneja?
Es un presupuesto de la Subdirección del Patrimonio que se divide entre el
Archivo, la Biblioteca y la Hemeroteca. El año pasado fue alrededor de 1 millón
300mil quetzales, del cual un 80 por ciento o más se va en salarios y en asuntos
de administración interna. No hay dinero para comprar libros…si le digo
cuanto hay, se va a reír…el año pasado había 1300 quetzales ¿para cuánto va
a alcanzar si un diccionario de Océano cuesta 1500? Eso es parte también de
una historia, de la importancia que los gobiernos le han dado a estas instituciones,
no estoy hablando solo de la Biblioteca, también del Archivo de Centro América y la Hemeroteca. Mientras que las bibliotecas en la mayoría de países han crecido, son instituciones muy representativas y significativas, en Guatemala, la Biblioteca Nacional con el tiempo ha venido a menos. Podemos achacarlo, en parte, a que no tenemos una tradición de lectura ni de investigación. La mayoría de profesionales utilizan la Biblioteca sólo cuando tienen que hacer la tesis, se gradúan y no vuelven, Guatemala no es un país en donde a la gente le guste leer.
¿Hay alguna otra fuente de la cual la
Biblioteca obtiene libros?
Como no tenemos apoyo económico fáctico, la Biblioteca tiene que depender de donaciones. Todas las donaciones son bienvenidas, libros nuevos o libros usados. Queremos alentar las donaciones. Estaba enterándome que las donaciones que se hacen a la Biblioteca
Nacional pueden ser descontadas del Impuesto Sobre la Renta. Tal vez eso motive a las librerías y a las editoriales a que donen libros en serio, no son solo para la Biblioteca Nacional. Tenemos una oficina a la que le llamamos “caja y donación” que es donde recibimos
lo que entra y el excedente. Tengo un folder de solicitudes de bibliotecas de otras partes de la República que siempre piden ayuda.
¿Cuánto necesita una institución
como ésta para funcionar bien?
En una biblioteca donde trabajé anteriormente en el país, se tenía al año 50 mil dólares y era diez veces menor a ésta. En realidad, dinero no se necesitaría si se cumpliera la Ley del depósito legal: esos libros deberían entrar gratis a la biblioteca, es ridículo que se tenga
que pagar por los libros que legalmente deberían llegar gratis.
En cuanto a la Ley de depósito legal
¿cómo funciona en Guatemala?
No ha funcionado. El depósito legal en todos los países se obliga a las universidades,
las editoriales, los institutos de investigación y todo el que produce material bibliográfico intelectual, a entregar cierta cantidad de copias a la Biblioteca Nacional para constituir la
Bibliografía Nacional –esa es la memoria histórica del pensamiento, y no solo
libros, sino documentos, mapas, lo que sea—. No tenemos una ley específica de depósito legal. Aquí, ese depósito está en dos artículos de la Ley de libre emisión del pensamiento, específicamente artículos 6 y 7. Mencionan que “los propietarios de establecimientos
tipográficos y litográficos y sus representantes legales tienen la obligación de remitir un ejemplar de cada una de las obras no periódicas que editen a las dependencias siguientes…”, lista siete instituciones y dice que “debe hacerse dentro de los ocho días siguientes a la respectiva publicación”. El artículo siete establece que la multa será de cinco a diez quetzales. A cualquiera le daría risa la multa, tampoco se ha visto que la biblioteca ejecute. En la
mayoría de países hay una oficina de depósito legal bibliográfico, también tienen la oficina del ISSN –que es el número internacional normalizado de libros—. Guatemala es muy peculiar,
porque estas dos oficinas prácticamente están privatizadas: el depósito legal se daba en la Asociación Guatemalteca de Autores y Compositores (AGAYC) y la oficina del ISSN, la tiene la gremial de libreros. La Biblioteca, en el aspecto de salvaguardar la producción bibliográfica,
está en desventaja porque aquí no recibimos todo lo que se está produciendo en Guatemala.
¿Cómo podría hacerse cumplir?
¿Existen otras propuestas?
Hice una propuesta al Congreso. En la comisión de Cultura, me nombraron un asesor, trabajamos con él una propuesta de modificación en la Ley de libre emisión del pensamiento. Fue bien recibida, trabajamos rápido y llegamos a un consenso, había aspectos que, él me decía, no se podían hacer—yo le proponía que al que no cumpliera la ley se le cobrara de 50 mil a 70 mil quetzales, que es lo que cuesta hacer una edición de libros en Guatemala—mi sugerencia no pasó. Entonces pasó una primera lectura, fue aceptada, pero en la prensa, para mi sorpresa, hubo una reacción negativa, la usaron para atacar al ponente. Se dijo que esto era una amenaza a la emisión del pensamiento ¿Cómo va a ser amenaza a la emisión del pensamiento que la Biblioteca Nacional reciba un ejemplar de todo lo que en el país se escribe?
En cuanto a la preservación del material
¿qué tecnología se ha incorporado?
Se instaló, con el apoyo del Reino de Suecia, un sistema de detección de robos en la entrada, es un avance para proteger el material: la mayoría de libros ya tienen el identificador, otros faltan, el 90 por ciento ya está protegido. Por otro lado, la Biblioteca tiene una gran presión
en cuanto a preservación y conservación propiamente. Había una unidad de microfilmación que nunca se puso a funcionar, el equipo se volvió obsoleto, cuando vine supe que ya no había más repuestos ni manera de ponerla a trabajar. La idea era microfilmar. Ahora está de moda digitalizar. La Biblioteca tiene el “Fondo Antiguo”, situado en el cuarto nivel, comprende todos los libros antiguos con que se fundó la Biblioteca. Son libros desde antes de 1503 hasta la primera mitad del siglo veinte. O sea, hay 500 años de libros—eso es algo que ningun biblioteca de Centro América tiene, sólo México tiene este tipo de fondos—. Esos libros antiguos, se
llaman incunables, son los primeros que hubo cuando se inventó la imprenta: fueron hechos en Europa. Recordemos que la Biblioteca se fundó con los que los gobiernos liberales expropiaron a la Iglesia católica y a los conventos. En su mayoría son de teología, de filosofía y están en latín, en hebreo, en griego —obras muy valiosas, que no se le puede poner en la mano a
cualquiera—. La presión por conservar esos libros es porque no hay sentido en
guardarlos si nadie los puede usar. Para que el público tenga acceso a ellos hoy,
es a través de la tecnología moderna— sea por microfilmación o digitalización—
deberíamos estar digitalizando ese material para que se pudiera consultar en línea, pero para eso se necesitan fondos. Mi intención es hacer proyectos y pedir a la cooperación internacional
En cuanto a la Ley de depósito legal
¿cómo funciona en Guatemala?
No ha funcionado. El depósito legal en
todos los países se obliga a las universidades,
las editoriales, los institutos
de investigación y todo el que produce
material bibliográfico intelectual, a
entregar cierta cantidad de copias a la
Biblioteca Nacional para constituir la
Bibliografía Nacional –esa es la memoria
histórica del pensamiento, y no solo
libros, sino documentos, mapas, lo que
sea—. No tenemos una ley específica
de depósito legal. Aquí, ese depósito
está en dos artículos de la Ley de libre
emisión del pensamiento, específicamente
artículos 6 y 7. Mencionan que
“los propietarios de establecimientos
tipográficos y litográficos y sus representantes
legales tienen la obligación
de remitir un ejemplar de cada una de
las obras no periódicas que editen a las
dependencias siguientes…”, lista siete
instituciones y dice que “debe hacerse
dentro de los ocho días siguientes a
la respectiva publicación”. El artículo
siete establece que la multa será de
cinco a diez quetzales. A cualquiera
le daría risa la multa, tampoco se ha
visto que la biblioteca ejecute. En la
mayoría de países hay una oficina de
depósito legal bibliográfico, también
tienen la oficina del ISSN –que es el
número internacional normalizado de
libros—. Guatemala es muy peculiar,
porque estas dos oficinas prácticamente
están privatizadas: el depósito legal
se daba en la Asociación Guatemalteca
de Autores y Compositores (AGAYC) y
la oficina del ISSN, la tiene la gremial
de libreros. La Biblioteca, en el aspecto
de salvaguardar la producción bibliográfica,
está en desventaja porque aquí
no recibimos todo lo que se está produciendo
en Guatemala.
¿Cómo podría hacerse cumplir?
¿Existen otras propuestas?
Hice una propuesta al Congreso. En la
comisión de Cultura, me nombraron un
asesor, trabajamos con él una propuesta
de modificación en la Ley de libre emisión
del pensamiento. Fue bien recibida,
trabajamos rápido y llegamos a un consenso,
había aspectos que, él me decía,
no se podían hacer—yo le proponía que
al que no cumpliera la ley se le cobrara
de 50 mil a 70 mil quetzales, que es lo
Mientras tanto, solamente investigadores
serios tienen acceso.
¿Qué proyectos tiene la para la Biblioteca?
La biblioteca es un reto. Los procesos
bibliotecológicos no están establecidos,
hay que trabajar internamente creando
procesos de trabajo. Por otro lado, necesitamos
que la institución se proyecte
más a la comunidad: hay muchos servicios
que se utilizan alrededor del mundo
que podríamos hacer si tuviéramos con
qué. Tenemos una sección de capacitación
para invidentes en computadoras—
es un servicio que se hizo con fondos de
la red social con el apoyo de la comunidad
europea—con software especial para invidentes:
eso es un ejemplo de la proyección
social de la Biblioteca. Desde el año pasado,
también se tiene un programa para la
capacitación de sordos en el uso de computadoras.
Un servicio que no se piensa
que las bibliotecas puedan hacer, como
en otros lugares, es la capacitación por
computadoras. En Medellín, con ayuda
de la comunidad, las bibliotecas abren 365
días al año, más de 12 horas al día, están
situadas en barrios y se han puesto como
parte de un plan de desarrollo social. El
aporte que se puede hacer no solo es cuestión
de académicos.
¿Se podría incorporar
a Cohesión Social?
Perfectamente, coincide
con el concepto.
Me gustaría un programa
de “bibliotecas
para la paz”, con eso se
conseguiría ayuda de
expertos para enseñar
a los bibliotecarios y
maestros a coordinar
actividades. Los niños
estarían a salvo de las
drogas y las maras. Lo
que hay que tener en
cuenta es un convencimiento
de para qué
sirve. La biblioteca no
es un mal necesario,
como creo que la han
venido considerando,
sino que da un aporte
a la comunidad.
¿Cómo ha reaccionado
el Ministerio
de Cultura ante las necesidades de la
Biblioteca?
No ha habido suficiente inversión, pero es
porque los directores anteriores no lo han
planteado. No le echo la culpa al Ministerio
y creo que el problema ha sido interno.
Como bibliotecólogo sé lo que se necesita,
mi lucha es ver como consigo los recursos.
Una muestra de buena voluntad que está
dando el Ministerio de Cultura es que el
año pasado se ha creado la Subdirección de
Patrimonio Bibliográfico y Documental,
que tengo a mi cargo, es un avance para
ayudar a que estos acervos aporten más a
la comunidad.
LA REVISTA
30/01/09
Nora Martínez
● En esta entrevista
Francisco Ralón Afre
Bibliotecológo
conversa acercade la penosa situación económica de la Biblioteca Nacional, de los retos y la
proyección social de la entidad.La institución a su cargo tiene funciones de Biblioteca Nacional y de biblioteca pública a la vez
¿podría aclararnos esta doble función?
En la mayoría de países la Biblioteca Nacional tiene bien definidas sus funciones, la de guardar y preservar para futuras generaciones toda producción intelectual impresa. Pero en
Guatemala, desde que se fundó en 1879, la intención fue más bien de crear una biblioteca pública. En esos tiempos los que sabían leer y escribir eran pocos: académicos, clérigos, empleados del Estado. Si se esperaba que llegara todo tipo de personas, eso no llegó a suceder.
Luego se trasladó a un local donde se suponía que el público iba a tener mejor acceso. La función pública se da porque en el país no hay ni ha habido suficientes bibliotecas públicas.
¿La institución maneja una red de
bibliotecas públicas?
Hubo una red de bibliotecas que manejó la Biblioteca Nacional hasta 1994
–64 bibliotecas por toda la República—.Digo “red de de la Biblioteca” porque se lanzaron con fondos de la Biblioteca Nacional, con personal controlado y entrenado desde aquí, pero este programa lo cancelaron con el pretexto de que había corrupción. Los libros que había se quedaron en donde estaban, no se recogieron y desde entonces no hay una red que administre. En los últimos cinco años, con la Cooperación del Reino de Suecia, hubo un programa en
el que se alentó el desarrollo de bibliotecas en el interior del país otra vez. Se creó un grupo de 21 bibliotecas, se les dio mobiliario, equipo, entrenamiento, libros, juegos, etcétera, se les desarrolló para que funcionaran como bibliotecas comunitarias, sin embargo, acabó
como programa el año pasado.
¿Cómo encontró usted la Biblioteca?
En septiembre 2007 accedí al cargo. En cuanto a cómo encontré la Biblioteca, la palabra justa es “triste”. Lo que ha pasado es que una gran cantidad de directores que ha habido no eran
bibliotecólogos, eso ha afectado, en parte, el desarrollo de la institución y de los procesos. La Biblioteca ha recibido muy poca atención, estamos con un presupuesto casi de sobrevivencia, el personal no es idóneo: hay un director y un montón de operativos, son técnicos
pero no hay mandos medios.
¿Qué presupuesto tiene y cómo se
maneja?
Es un presupuesto de la Subdirección del Patrimonio que se divide entre el
Archivo, la Biblioteca y la Hemeroteca. El año pasado fue alrededor de 1 millón
300mil quetzales, del cual un 80 por ciento o más se va en salarios y en asuntos
de administración interna. No hay dinero para comprar libros…si le digo
cuanto hay, se va a reír…el año pasado había 1300 quetzales ¿para cuánto va
a alcanzar si un diccionario de Océano cuesta 1500? Eso es parte también de
una historia, de la importancia que los gobiernos le han dado a estas instituciones,
no estoy hablando solo de la Biblioteca, también del Archivo de Centro América y la Hemeroteca. Mientras que las bibliotecas en la mayoría de países han crecido, son instituciones muy representativas y significativas, en Guatemala, la Biblioteca Nacional con el tiempo ha venido a menos. Podemos achacarlo, en parte, a que no tenemos una tradición de lectura ni de investigación. La mayoría de profesionales utilizan la Biblioteca sólo cuando tienen que hacer la tesis, se gradúan y no vuelven, Guatemala no es un país en donde a la gente le guste leer.
¿Hay alguna otra fuente de la cual la
Biblioteca obtiene libros?
Como no tenemos apoyo económico fáctico, la Biblioteca tiene que depender de donaciones. Todas las donaciones son bienvenidas, libros nuevos o libros usados. Queremos alentar las donaciones. Estaba enterándome que las donaciones que se hacen a la Biblioteca
Nacional pueden ser descontadas del Impuesto Sobre la Renta. Tal vez eso motive a las librerías y a las editoriales a que donen libros en serio, no son solo para la Biblioteca Nacional. Tenemos una oficina a la que le llamamos “caja y donación” que es donde recibimos
lo que entra y el excedente. Tengo un folder de solicitudes de bibliotecas de otras partes de la República que siempre piden ayuda.
¿Cuánto necesita una institución
como ésta para funcionar bien?
En una biblioteca donde trabajé anteriormente en el país, se tenía al año 50 mil dólares y era diez veces menor a ésta. En realidad, dinero no se necesitaría si se cumpliera la Ley del depósito legal: esos libros deberían entrar gratis a la biblioteca, es ridículo que se tenga
que pagar por los libros que legalmente deberían llegar gratis.
En cuanto a la Ley de depósito legal
¿cómo funciona en Guatemala?
No ha funcionado. El depósito legal en todos los países se obliga a las universidades,
las editoriales, los institutos de investigación y todo el que produce material bibliográfico intelectual, a entregar cierta cantidad de copias a la Biblioteca Nacional para constituir la
Bibliografía Nacional –esa es la memoria histórica del pensamiento, y no solo
libros, sino documentos, mapas, lo que sea—. No tenemos una ley específica de depósito legal. Aquí, ese depósito está en dos artículos de la Ley de libre emisión del pensamiento, específicamente artículos 6 y 7. Mencionan que “los propietarios de establecimientos
tipográficos y litográficos y sus representantes legales tienen la obligación de remitir un ejemplar de cada una de las obras no periódicas que editen a las dependencias siguientes…”, lista siete instituciones y dice que “debe hacerse dentro de los ocho días siguientes a la respectiva publicación”. El artículo siete establece que la multa será de cinco a diez quetzales. A cualquiera le daría risa la multa, tampoco se ha visto que la biblioteca ejecute. En la
mayoría de países hay una oficina de depósito legal bibliográfico, también tienen la oficina del ISSN –que es el número internacional normalizado de libros—. Guatemala es muy peculiar,
porque estas dos oficinas prácticamente están privatizadas: el depósito legal se daba en la Asociación Guatemalteca de Autores y Compositores (AGAYC) y la oficina del ISSN, la tiene la gremial de libreros. La Biblioteca, en el aspecto de salvaguardar la producción bibliográfica,
está en desventaja porque aquí no recibimos todo lo que se está produciendo en Guatemala.
¿Cómo podría hacerse cumplir?
¿Existen otras propuestas?
Hice una propuesta al Congreso. En la comisión de Cultura, me nombraron un asesor, trabajamos con él una propuesta de modificación en la Ley de libre emisión del pensamiento. Fue bien recibida, trabajamos rápido y llegamos a un consenso, había aspectos que, él me decía, no se podían hacer—yo le proponía que al que no cumpliera la ley se le cobrara de 50 mil a 70 mil quetzales, que es lo que cuesta hacer una edición de libros en Guatemala—mi sugerencia no pasó. Entonces pasó una primera lectura, fue aceptada, pero en la prensa, para mi sorpresa, hubo una reacción negativa, la usaron para atacar al ponente. Se dijo que esto era una amenaza a la emisión del pensamiento ¿Cómo va a ser amenaza a la emisión del pensamiento que la Biblioteca Nacional reciba un ejemplar de todo lo que en el país se escribe?
En cuanto a la preservación del material
¿qué tecnología se ha incorporado?
Se instaló, con el apoyo del Reino de Suecia, un sistema de detección de robos en la entrada, es un avance para proteger el material: la mayoría de libros ya tienen el identificador, otros faltan, el 90 por ciento ya está protegido. Por otro lado, la Biblioteca tiene una gran presión
en cuanto a preservación y conservación propiamente. Había una unidad de microfilmación que nunca se puso a funcionar, el equipo se volvió obsoleto, cuando vine supe que ya no había más repuestos ni manera de ponerla a trabajar. La idea era microfilmar. Ahora está de moda digitalizar. La Biblioteca tiene el “Fondo Antiguo”, situado en el cuarto nivel, comprende todos los libros antiguos con que se fundó la Biblioteca. Son libros desde antes de 1503 hasta la primera mitad del siglo veinte. O sea, hay 500 años de libros—eso es algo que ningun biblioteca de Centro América tiene, sólo México tiene este tipo de fondos—. Esos libros antiguos, se
llaman incunables, son los primeros que hubo cuando se inventó la imprenta: fueron hechos en Europa. Recordemos que la Biblioteca se fundó con los que los gobiernos liberales expropiaron a la Iglesia católica y a los conventos. En su mayoría son de teología, de filosofía y están en latín, en hebreo, en griego —obras muy valiosas, que no se le puede poner en la mano a
cualquiera—. La presión por conservar esos libros es porque no hay sentido en
guardarlos si nadie los puede usar. Para que el público tenga acceso a ellos hoy,
es a través de la tecnología moderna— sea por microfilmación o digitalización—
deberíamos estar digitalizando ese material para que se pudiera consultar en línea, pero para eso se necesitan fondos. Mi intención es hacer proyectos y pedir a la cooperación internacional
En cuanto a la Ley de depósito legal
¿cómo funciona en Guatemala?
No ha funcionado. El depósito legal en
todos los países se obliga a las universidades,
las editoriales, los institutos
de investigación y todo el que produce
material bibliográfico intelectual, a
entregar cierta cantidad de copias a la
Biblioteca Nacional para constituir la
Bibliografía Nacional –esa es la memoria
histórica del pensamiento, y no solo
libros, sino documentos, mapas, lo que
sea—. No tenemos una ley específica
de depósito legal. Aquí, ese depósito
está en dos artículos de la Ley de libre
emisión del pensamiento, específicamente
artículos 6 y 7. Mencionan que
“los propietarios de establecimientos
tipográficos y litográficos y sus representantes
legales tienen la obligación
de remitir un ejemplar de cada una de
las obras no periódicas que editen a las
dependencias siguientes…”, lista siete
instituciones y dice que “debe hacerse
dentro de los ocho días siguientes a
la respectiva publicación”. El artículo
siete establece que la multa será de
cinco a diez quetzales. A cualquiera
le daría risa la multa, tampoco se ha
visto que la biblioteca ejecute. En la
mayoría de países hay una oficina de
depósito legal bibliográfico, también
tienen la oficina del ISSN –que es el
número internacional normalizado de
libros—. Guatemala es muy peculiar,
porque estas dos oficinas prácticamente
están privatizadas: el depósito legal
se daba en la Asociación Guatemalteca
de Autores y Compositores (AGAYC) y
la oficina del ISSN, la tiene la gremial
de libreros. La Biblioteca, en el aspecto
de salvaguardar la producción bibliográfica,
está en desventaja porque aquí
no recibimos todo lo que se está produciendo
en Guatemala.
¿Cómo podría hacerse cumplir?
¿Existen otras propuestas?
Hice una propuesta al Congreso. En la
comisión de Cultura, me nombraron un
asesor, trabajamos con él una propuesta
de modificación en la Ley de libre emisión
del pensamiento. Fue bien recibida,
trabajamos rápido y llegamos a un consenso,
había aspectos que, él me decía,
no se podían hacer—yo le proponía que
al que no cumpliera la ley se le cobrara
de 50 mil a 70 mil quetzales, que es lo
Mientras tanto, solamente investigadores
serios tienen acceso.
¿Qué proyectos tiene la para la Biblioteca?
La biblioteca es un reto. Los procesos
bibliotecológicos no están establecidos,
hay que trabajar internamente creando
procesos de trabajo. Por otro lado, necesitamos
que la institución se proyecte
más a la comunidad: hay muchos servicios
que se utilizan alrededor del mundo
que podríamos hacer si tuviéramos con
qué. Tenemos una sección de capacitación
para invidentes en computadoras—
es un servicio que se hizo con fondos de
la red social con el apoyo de la comunidad
europea—con software especial para invidentes:
eso es un ejemplo de la proyección
social de la Biblioteca. Desde el año pasado,
también se tiene un programa para la
capacitación de sordos en el uso de computadoras.
Un servicio que no se piensa
que las bibliotecas puedan hacer, como
en otros lugares, es la capacitación por
computadoras. En Medellín, con ayuda
de la comunidad, las bibliotecas abren 365
días al año, más de 12 horas al día, están
situadas en barrios y se han puesto como
parte de un plan de desarrollo social. El
aporte que se puede hacer no solo es cuestión
de académicos.
¿Se podría incorporar
a Cohesión Social?
Perfectamente, coincide
con el concepto.
Me gustaría un programa
de “bibliotecas
para la paz”, con eso se
conseguiría ayuda de
expertos para enseñar
a los bibliotecarios y
maestros a coordinar
actividades. Los niños
estarían a salvo de las
drogas y las maras. Lo
que hay que tener en
cuenta es un convencimiento
de para qué
sirve. La biblioteca no
es un mal necesario,
como creo que la han
venido considerando,
sino que da un aporte
a la comunidad.
¿Cómo ha reaccionado
el Ministerio
de Cultura ante las necesidades de la
Biblioteca?
No ha habido suficiente inversión, pero es
porque los directores anteriores no lo han
planteado. No le echo la culpa al Ministerio
y creo que el problema ha sido interno.
Como bibliotecólogo sé lo que se necesita,
mi lucha es ver como consigo los recursos.
Una muestra de buena voluntad que está
dando el Ministerio de Cultura es que el
año pasado se ha creado la Subdirección de
Patrimonio Bibliográfico y Documental,
que tengo a mi cargo, es un avance para
ayudar a que estos acervos aporten más a
la comunidad.
Etiquetas:
BIBLIOTECA NACIONAL
La Biblioteca Pública de Buenos Aires
La Biblioteca Nacional
La Biblioteca Pública de Buenos Aires
–hoy Biblioteca Nacional–
Fue creada por decreto de la Junta de Gobierno de la Revolución de Mayo el 7 de septiembre de 1810. Por su importante caudal bibliográfico es la principal biblioteca argentina y una de las más importantes de América.
La historia, naturaleza y finalidad de la Biblioteca Nacional explican que su riqueza bibliográfica corresponda esencialmente a la producción nacional: las ediciones príncipe del Martín Fierro de José Hernández y del Facundo de Domingo F. Sarmiento. No obstante, sus libros más valiosos incluyen también 20 incunables, entre los que cumple mencionar las Quaestiones de potentia Dei de Santo Tomás y un ejemplar de la Divina Comedia de Dante Alighieri. Su acervo se enriquece con numerosas ediciones del Quijote, entre las que se destaca la de Bruselas de 1607. La consulta de material bibliográfico y hemerográfico de la colección general es libre y gratuita. Los menores de 12 años deben ingresar y permanecer acompañados por un adulto. Las únicas secciones restringidas al público general son las que atesoran materiales especiales y reservados: la Sala del Tesoro, Mapoteca y Fototeca. El acceso está reservado a investigadores. Los horarios y el detalle de las salas las puedes encontrar en el portal de la Biblioteca.
desde el 01 de Enero de 2000 hasta el 01 de Diciembre de 2020 Biblioteca Nacional Agüero 2502 Ciudad de Buenos Aires
ARTICULO ENVIADO POR EL DR. JORGE CARRO L.
La Biblioteca Pública de Buenos Aires
–hoy Biblioteca Nacional–
Fue creada por decreto de la Junta de Gobierno de la Revolución de Mayo el 7 de septiembre de 1810. Por su importante caudal bibliográfico es la principal biblioteca argentina y una de las más importantes de América.
La historia, naturaleza y finalidad de la Biblioteca Nacional explican que su riqueza bibliográfica corresponda esencialmente a la producción nacional: las ediciones príncipe del Martín Fierro de José Hernández y del Facundo de Domingo F. Sarmiento. No obstante, sus libros más valiosos incluyen también 20 incunables, entre los que cumple mencionar las Quaestiones de potentia Dei de Santo Tomás y un ejemplar de la Divina Comedia de Dante Alighieri. Su acervo se enriquece con numerosas ediciones del Quijote, entre las que se destaca la de Bruselas de 1607. La consulta de material bibliográfico y hemerográfico de la colección general es libre y gratuita. Los menores de 12 años deben ingresar y permanecer acompañados por un adulto. Las únicas secciones restringidas al público general son las que atesoran materiales especiales y reservados: la Sala del Tesoro, Mapoteca y Fototeca. El acceso está reservado a investigadores. Los horarios y el detalle de las salas las puedes encontrar en el portal de la Biblioteca.
desde el 01 de Enero de 2000 hasta el 01 de Diciembre de 2020 Biblioteca Nacional Agüero 2502 Ciudad de Buenos Aires
ARTICULO ENVIADO POR EL DR. JORGE CARRO L.
Etiquetas:
BIBLIOTECA NACIONAL
BIBLIOTECAS PUBLICAS DE ESPAÑA
Bibliotecas públicas: analizadas las instalaciones y servicios de 100 centros en 18 ciudades españolas.
Una de cada cuatro bibliotecas suspende en calidad, debido a carencias en los servicios ofrecidos y en la seguridad
Limpieza y mantenimiento, información y atención a los usuarios, y accesibilidad para discapacitados, puntos fuertes de las bibliotecas
La extensión de las nuevas tecnologías ha obligado a las bibliotecas públicas a trascender su condición de lugar donde sólo se consultan, se preservan y se prestan los libros. Fonotecas, videotecas, salas de ordenadores o conectividad wifi comparten espacio y protagonismo con anaqueles repletos de novelas, ensayos, enciclopedias... Sin embargo, esa transformación no es, ni mucho menos, homogénea. Así lo ha podido comprobar CONSUMER EROSKI, que ha visitado 100 bibliotecas de 18 capitales del país. Sólo una de cada cuatro ofrece salas de estudio para grupos, el 27% carece de zona wifi y las taquillas sólo están disponibles y de forma gratuita en 22 de los 100 centros estudiados. Además, el 40% no está dotada de puestos para visionar archivos de vídeo o de audio. Estas carencias conviven, no obstante, con la buena información y atención ofrecida en estas instalaciones públicas (en el 87% de las visitadas se hallaron carteles claramente visibles con indicaciones sencillas sobre cómo y dónde encontrar las diferentes salas de la biblioteca), las correctas medidas para garantizar la accesibilidad de estos recintos y la excelente limpieza observada en las bibliotecas del estudio (en el 90% de los espacios analizados, los materiales de préstamo y consulta estaban en correcto estado y ordenados en las estanterías).
Una de cada cuatro bibliotecas no logra aprobar el examen de CONSUMER EROSKI, tal y como han comprobado sus técnicos tras realizar una visita como usuarios a mediados de diciembre a 17 bibliotecas universitarias, 14 Bibliotecas Públicas del Estado y 69 bibliotecas municipales o regionales de 18 ciudades: Barcelona, Madrid, Murcia, Bilbao, Málaga, Sevilla, Valencia, Zaragoza, Alicante, Pamplona, San Sebastián, Vitoria, A Coruña, Córdoba, Valladolid, Cádiz, Granada y Oviedo. Se inspeccionaron las instalaciones para valorar el estado general de cada una de ellas en materia de información, servicios, accesibilidad, seguridad y limpieza. Además, se solicitó información sobre cómo tramitar el carné para conocer, así, el funcionamiento del sistema de préstamo y consulta. La valoración final del servicio que ofrecen las bibliotecas se queda en un 'aceptable', que es también la calificación que merecen los apartados de servicios y seguridad de las instalaciones Por su parte, tanto la información como la accesibilidad logran un 'bien', y destacan la limpieza y el mantenimiento de las bibliotecas, con un 'muy bien'. Por ciudades, las mejores fueron las visitadas en Bilbao, que reciben un 'muy bien', seguidas de las de A Coruña, Barcelona, Córdoba, Granada, Madrid, Murcia, San Sebastián y Vitoria, con un 'bien'. En 'aceptable' se quedan las bibliotecas analizadas en Cádiz, Málaga, Oviedo, Sevilla, Valencia y Valladolid. Los suspensos, aunque con un 'regular', fueron a parar a las examinadas en Alicante, Pamplona y Zaragoza.
Los tradicionales lugares de consulta y préstamo de libros han evolucionado para convertirse en modernos centros de información, cultura y educación con puntos de auto-préstamo, salas de exposiciones y consulta de Internet, aunque persisten carencias en su dotación que justifican el pobre 'aceptable' que han obtenido de nota media las 100 bibliotecas estudiadas. En una de cada cuatro no se encontraron salas de estudio personal y sólo tres de cada diez ofrecían salas de estudio para grupos. Además, el 27% de las bibliotecas carecía de zona wifi, el 17% no contaba con salas de ordenadores con acceso a Internet y sólo el 22% de ellas disponía de puntos de auto-préstamo, así como de servicio gratuito de taquillas a los usuarios. Además, otro servicio muy útil, el de fotocopistería, se encontró sólo en dos de cada tres bibliotecas. En el 40% no se hallaron puestos para visionar archivos de vídeo o de audio. Sin embargo, ocho de cada diez sí contaban con videoteca, fonoteca o hemeroteca.
En cuanto a la tramitación del carné de usuario de las bibliotecas, se constató que en 99 de los 100 centros comparados la tarjeta de identificación era gratuita. Sin embargo, sólo en la mitad de los centros el carné se entregaba en el momento. En dos de cada tres bibliotecas no es necesario renovar ese documento (entre las que sí lo solicitan, lo más común es que el periodo de validez sea de cinco años). Ya con el carné en la mano, el usuario puede, entre otras posibilidades, reservar unos minutos para navegar en Internet en los puntos habilitados para ello. Así ocurre en casi la mitad de las bibliotecas que contaban con esta opción. También se pueden reservar las salas de trabajo en grupo, aunque sólo ocurría en cuatro de las 30 que disponían de este servicio.
El préstamo es uno de los principales cometidos de las bibliotecas. En todas las visitadas se prestan libros, en el 40% se prestan revistas y en el 6% incluso periódicos. Salvo en una de las estudiadas en Bilbao, era posible obtener al mismo tiempo materiales en distintos formatos. Los usuarios de las bibliotecas de Barcelona son los que pueden llevarse a casa el mayor número de una sola vez, una docena (la media se halla entre cinco y seis) por un plazo de 3 semanas (lo más común son 15 días); por el contrario, en la mayoría de las analizadas en Zaragoza y Bilbao esa cantidad se reduce a dos materiales. Cuando el tiempo de préstamo es insuficiente, puede prorrogarse el plazo: Madrid y San Sebastián son las que ofrecen más facilidades en este aspecto (hasta un mes complementario frente a los apenas dos días que dan en todas las instalaciones bilbaínas). La modificación del préstamo puede hacerse de forma presencial (91%), a través de un correo electrónico (42%), llamando por teléfono y facilitando los datos del carné de usuario (63%) o a través de Internet (un 9%)
Si el libro que desea el usuario no se encuentra en las estanterías de la biblioteca, el centro dispone de un servicio de préstamo interbibliotecario. Ocho de cada diez bibliotecas ofrecen esta posibilidad, lo que no ocurre en la gran mayoría de las examinadas en Madrid y Pamplona. Por otra parte, sólo había que pagar en concepto de traslado de material (entre 1 y 23 euros) en 14 bibliotecas de Alicante, Barcelona, Cádiz, Málaga y Vitoria.
Las bibliotecas también tienen que responder a la demanda creciente de libros en idiomas distintos al castellano o a las lenguas autonómicas. Los usuarios del 92% de los centros visitados cuentan con esta posibilidad, aunque la cantidad y variedad de los títulos difiere mucho de unos centros a otros. La oferta más completa se halló en Barcelona, Madrid, Bilbao, Valencia, San Sebastián, Vitoria, A Coruña y Granada. Los idiomas más comunes son el inglés y el francés, y en menor medida el alemán, italiano y portugués. No obstante, en algunas bibliotecas se pueden encontrar libros escritos en árabe, chino, ruso, rumano, croata o japonés.
ARTICULO ENVIADO POR DR. JORGE CARRO L.
Una de cada cuatro bibliotecas suspende en calidad, debido a carencias en los servicios ofrecidos y en la seguridad
Limpieza y mantenimiento, información y atención a los usuarios, y accesibilidad para discapacitados, puntos fuertes de las bibliotecas
La extensión de las nuevas tecnologías ha obligado a las bibliotecas públicas a trascender su condición de lugar donde sólo se consultan, se preservan y se prestan los libros. Fonotecas, videotecas, salas de ordenadores o conectividad wifi comparten espacio y protagonismo con anaqueles repletos de novelas, ensayos, enciclopedias... Sin embargo, esa transformación no es, ni mucho menos, homogénea. Así lo ha podido comprobar CONSUMER EROSKI, que ha visitado 100 bibliotecas de 18 capitales del país. Sólo una de cada cuatro ofrece salas de estudio para grupos, el 27% carece de zona wifi y las taquillas sólo están disponibles y de forma gratuita en 22 de los 100 centros estudiados. Además, el 40% no está dotada de puestos para visionar archivos de vídeo o de audio. Estas carencias conviven, no obstante, con la buena información y atención ofrecida en estas instalaciones públicas (en el 87% de las visitadas se hallaron carteles claramente visibles con indicaciones sencillas sobre cómo y dónde encontrar las diferentes salas de la biblioteca), las correctas medidas para garantizar la accesibilidad de estos recintos y la excelente limpieza observada en las bibliotecas del estudio (en el 90% de los espacios analizados, los materiales de préstamo y consulta estaban en correcto estado y ordenados en las estanterías).
Una de cada cuatro bibliotecas no logra aprobar el examen de CONSUMER EROSKI, tal y como han comprobado sus técnicos tras realizar una visita como usuarios a mediados de diciembre a 17 bibliotecas universitarias, 14 Bibliotecas Públicas del Estado y 69 bibliotecas municipales o regionales de 18 ciudades: Barcelona, Madrid, Murcia, Bilbao, Málaga, Sevilla, Valencia, Zaragoza, Alicante, Pamplona, San Sebastián, Vitoria, A Coruña, Córdoba, Valladolid, Cádiz, Granada y Oviedo. Se inspeccionaron las instalaciones para valorar el estado general de cada una de ellas en materia de información, servicios, accesibilidad, seguridad y limpieza. Además, se solicitó información sobre cómo tramitar el carné para conocer, así, el funcionamiento del sistema de préstamo y consulta. La valoración final del servicio que ofrecen las bibliotecas se queda en un 'aceptable', que es también la calificación que merecen los apartados de servicios y seguridad de las instalaciones Por su parte, tanto la información como la accesibilidad logran un 'bien', y destacan la limpieza y el mantenimiento de las bibliotecas, con un 'muy bien'. Por ciudades, las mejores fueron las visitadas en Bilbao, que reciben un 'muy bien', seguidas de las de A Coruña, Barcelona, Córdoba, Granada, Madrid, Murcia, San Sebastián y Vitoria, con un 'bien'. En 'aceptable' se quedan las bibliotecas analizadas en Cádiz, Málaga, Oviedo, Sevilla, Valencia y Valladolid. Los suspensos, aunque con un 'regular', fueron a parar a las examinadas en Alicante, Pamplona y Zaragoza.
Los tradicionales lugares de consulta y préstamo de libros han evolucionado para convertirse en modernos centros de información, cultura y educación con puntos de auto-préstamo, salas de exposiciones y consulta de Internet, aunque persisten carencias en su dotación que justifican el pobre 'aceptable' que han obtenido de nota media las 100 bibliotecas estudiadas. En una de cada cuatro no se encontraron salas de estudio personal y sólo tres de cada diez ofrecían salas de estudio para grupos. Además, el 27% de las bibliotecas carecía de zona wifi, el 17% no contaba con salas de ordenadores con acceso a Internet y sólo el 22% de ellas disponía de puntos de auto-préstamo, así como de servicio gratuito de taquillas a los usuarios. Además, otro servicio muy útil, el de fotocopistería, se encontró sólo en dos de cada tres bibliotecas. En el 40% no se hallaron puestos para visionar archivos de vídeo o de audio. Sin embargo, ocho de cada diez sí contaban con videoteca, fonoteca o hemeroteca.
En cuanto a la tramitación del carné de usuario de las bibliotecas, se constató que en 99 de los 100 centros comparados la tarjeta de identificación era gratuita. Sin embargo, sólo en la mitad de los centros el carné se entregaba en el momento. En dos de cada tres bibliotecas no es necesario renovar ese documento (entre las que sí lo solicitan, lo más común es que el periodo de validez sea de cinco años). Ya con el carné en la mano, el usuario puede, entre otras posibilidades, reservar unos minutos para navegar en Internet en los puntos habilitados para ello. Así ocurre en casi la mitad de las bibliotecas que contaban con esta opción. También se pueden reservar las salas de trabajo en grupo, aunque sólo ocurría en cuatro de las 30 que disponían de este servicio.
El préstamo es uno de los principales cometidos de las bibliotecas. En todas las visitadas se prestan libros, en el 40% se prestan revistas y en el 6% incluso periódicos. Salvo en una de las estudiadas en Bilbao, era posible obtener al mismo tiempo materiales en distintos formatos. Los usuarios de las bibliotecas de Barcelona son los que pueden llevarse a casa el mayor número de una sola vez, una docena (la media se halla entre cinco y seis) por un plazo de 3 semanas (lo más común son 15 días); por el contrario, en la mayoría de las analizadas en Zaragoza y Bilbao esa cantidad se reduce a dos materiales. Cuando el tiempo de préstamo es insuficiente, puede prorrogarse el plazo: Madrid y San Sebastián son las que ofrecen más facilidades en este aspecto (hasta un mes complementario frente a los apenas dos días que dan en todas las instalaciones bilbaínas). La modificación del préstamo puede hacerse de forma presencial (91%), a través de un correo electrónico (42%), llamando por teléfono y facilitando los datos del carné de usuario (63%) o a través de Internet (un 9%)
Si el libro que desea el usuario no se encuentra en las estanterías de la biblioteca, el centro dispone de un servicio de préstamo interbibliotecario. Ocho de cada diez bibliotecas ofrecen esta posibilidad, lo que no ocurre en la gran mayoría de las examinadas en Madrid y Pamplona. Por otra parte, sólo había que pagar en concepto de traslado de material (entre 1 y 23 euros) en 14 bibliotecas de Alicante, Barcelona, Cádiz, Málaga y Vitoria.
Las bibliotecas también tienen que responder a la demanda creciente de libros en idiomas distintos al castellano o a las lenguas autonómicas. Los usuarios del 92% de los centros visitados cuentan con esta posibilidad, aunque la cantidad y variedad de los títulos difiere mucho de unos centros a otros. La oferta más completa se halló en Barcelona, Madrid, Bilbao, Valencia, San Sebastián, Vitoria, A Coruña y Granada. Los idiomas más comunes son el inglés y el francés, y en menor medida el alemán, italiano y portugués. No obstante, en algunas bibliotecas se pueden encontrar libros escritos en árabe, chino, ruso, rumano, croata o japonés.
ARTICULO ENVIADO POR DR. JORGE CARRO L.
Etiquetas:
BIBLIOTECAS
Suscribirse a:
Entradas (Atom)